Juventud divino tesoro! Quién no volvería a los 12, 14 ó 16 años, a los años del destornillador, de las canicas, de los billares, del hacer dedo para ir al Poli, de vivirnos en la calle en verano, de las tertulias de los vecinos a la luz de las bombillas, del balón prisionero, del bote bote, del chugo-media-manga-manga-entera, de los cuartos para fiestas, de los bolis bic que desenrrollaban los grandes exitos en cassettes, del come-cocos, de la doble sesión del cine Goya, de salir 'porai' a las ocho de la tarde y de tantas y tantas cosas que nos hacían sentirnos vivos, que nos hacían olvidar la palabra aburrimiento.
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